viernes, 1 de agosto de 2008

Poeta II


Seca y negra aparece la tarde,
polvorienta y oreante,
en el mismo instante en que
él, berborreante poeta,
decide que ya no le vale,
que ya tiene bastante
y, gota a gota, se pierde
entre su densa sangre.

Sangre de cuerpos esparcidos
sin más alma ni tino,
en agrestes parajes
donde no existen fértiles terrenos
ni siquiera grises calles.

Odas del poeta que ya no canta,
los cálidos versos del alma
a su volátil amada.
Versos ocultos en pasionales palabras
pero totalmente estériles en llamadas.

Musicalidades cantadas
de novelas nunca narradas
y envidias que ensucian
lo que un día brilló
en la más pura alma.

Poeta perdedor de su agónica amada,
su afildada musa y la muerte prestada,
mojada compañera en espuma sin alas.

Musa onírica de noches cruzadas
a fuertes brazadas
en hostiles aguas.
Pesadillas del poeta
que se alejan sin dejar marcas.

Se acabó la tormenta,
ahora descansa el ama,
la perfecta musa renacerá
volveiéndose a convertir en eterna amada.

No hay comentarios: