En la soledad del fuego en el que nos quemábamos,
me estremezco,
me desdibujo lentamente
y me convierto en un gas denso
que se cuela por tus adentros
corrompiéndote en silente procesión,
sin que tú puedas,
ni quieras,
hacer nada.
Sangre de mi sangre,
muerte convertida de nuevo en vida
en un solo instante.
Deseo acongojante,
rio que destruye lo construido
entre nuestras párvulas naves.
Amor a contrapelo entre dos suicidas,
la vida y el duelo de la muerte disfrazada,
otra noche,
en pasión, llamarada
y fuego que no arde.
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Hace 1 año