Luces que se disuelven
Entre prismas opacos de tanto rencor.
Colores que no ven
La trémula luz del amanecer,
Que de nuevo,
Nos hace renacer
Con un cansado motor.
Preparadas para que escribamos
En ellas otro tanto.
Debido a la tormenta
Y al fuerte huracán
Del frenético movimiento de la vida
Sin realmente tener compás.
En continuo caminar
Sin más pena y gloria
Que el seguir marchando
Sin parar a descansar.
Por callejuelas empedradas
Donde se clavan las sangrantes llagas
Como clavos esculpidos a fuego
En eternos bailes de impuras llamaradas.
Esa es la verdad,
Quizás no sea la única,
Quizás no sea tal,
Quizás las aguas puras
Vuelvan a brotar en cantidad,
Para que esas almas peregrinas
Puedan, al final,
Marchar sin molestar.
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