viernes, 30 de enero de 2009

El fuego de la vida

El fuego de la vida se ahoga
tras una sábana muerta.
La vida no llega
para tanta lucha cruenta,
para tanto amor descarnado
y cansado tras las piedras.
La muerte se acompasa,
muestra sus putrefactos dientes
tras una triste ventana medio cerrada,
medio agotada por el viaje reflejado
en los ojos cristalinos
que la componen y la escupen,
de nuevo a ese juego,
a esa estancia sin luz,
pero con nuevos días
que reconstruyen ese fuego,
convirtiéndolo en llama imperecedera,
eterna dama que te acompaña tras esas piedras.

Desde la ventana


Desde la ventana quebrada del alma,
aparecen luces que en ocasiones
muestran lo pasado.

Recuerdos, dicen,
que se muestran en recopilación
de una vida plena
en el camino trazado,
en la vereda cansada y ajada
por las lluvias descargadas
sobre las vidas acompasadas.

Un ritmo ya cansado
que desacompasa el paso
por ese camino transitado.
Peregrinaje de las almas,
de los cuerpos medio vacíos.

De ti, de mi,
de los plenos casi muertos
en ese camino rasgado
por los recuerdos mostrados
desde la ventana cansada de los días.

lunes, 26 de enero de 2009

Un espejo


En un espejo empañado,
donde en distorsión reflejados
todos los tiempos conviven,
los límites se muestran
ténues en su relatividad.
El burdel de la vida
inicia una nueva función
y choca de frente
con la frontera de la razón,
en contraposición a ese límite relativo
que se encuentra anclado
en un hueco perpetuo,
donde un calendario de piedra,
perdido en el tiempo moja,
de nuevo,
ese espejo contraido.

Es la vida,
es la muerte,
es su reflejo en nuestra mente.

domingo, 25 de enero de 2009

Estuviste

Estuviste presente
en el alma de un ser
que se mostró indecente.
Jugando con dioses perennes,
creyendo ser célibe
en un altar demente.

Estuviste anclado
en mis entrañas hirientes,
que te tragaron despacio
en un compás manchado
de loco presente.
Marcando el paso
tras vacíos trenes
que no llegaron,
ni marcharon jamás
de tu compleja mente.

Estuviste dibujando
con dedos de sabio escribiente,
las carnes duras
de una deseada amante
esperando una noche
disfrazada de eterno presente.

Estuviste,
lo sabes,
ciego amante,
como un reseco desecho,
una flor en un campo sin simiente.

Estuviste,
eres,
te quedaste
como letras tatuadas a fuego
en mi piel de acero ardiente.

Estuviste,
lo sabes,
en esencia, cuerpo y mente.

martes, 20 de enero de 2009

Seres


Fuego, estupor,
calumnia, deseo,
mucho dolor.

El tiempo se escampa.
Descubre una blanca estela
que te acompaña,
que te atres,
que te engaña,
que canta que serás,
por siempre un sacro dios
en esta tierra de matanzas.
Donde quiso descubrir
que todo era nuevo,
que la vida era un perfecto tormento.
Creándose los más terribles desconsuelos,
donde tu cuerpo imperfecto,
se pudre, se acopla de nuevo
a la colorada estancia que lo acompaña.

Fuego, estupor,
calumnia, deseo,
mucho dolor.

Hoy de nuevo,
empezó el juego de los seres imperfectos
que creyeron,
ingénuos ellos,
ser dioses completos.

Dos pájaros



Dos pájaros sobrevuelan un nido,
quizás cobijo de un loco cuerdo
o de un desvario en su raciocinio.

Escuchan, vuelan,
luchan en estúpida contienda,
por un trozo de pan raído,
en ese mundo totalmente ido.

Dueños de una locura presa,
llegan, se posan,
pero nunca descansan
en ese nido vacío
y por ellos concebido.

¿Qué buscarán?
¿Qué desearán?

Amenaza tormenta,
negra, oscura,
sedienta de sus cuerpos,
de sus vacios completos.

Dos pájaros sobrevuelan un nido,
cobijo totalmente extinto
de la muerte descansada,
que comparte la estúpida danza
de la vida mal acompasada.

viernes, 16 de enero de 2009

Él


Amante de aire,
de fuego encarnizado,
de llamarada mojada,
de juego incesante.

Como una perpétua estampa,
que se repite una y otra vez,
en mi incrédula mente
y me moja sin agua
y me seca sin calma,
en los ocasos de los días
que se muestran cada vez
más indecentes.

Amante de agua
que regala sus dones,
sus males,
sus únicas verdades,
sus completas necedades.

Como un incompleto ser
(como todos los mortales)
que se deshace
en mil partes de colores,
en colores sin pincel,
que desdibujan cada mañana
y la convierten en eterno ayer.

Llegué


Llegué
sin hacer ruido y medio distante.
Pájaro de hierro,
metálico cuerpo y estante
en cielos perpétuos de llamaradas
tras un ocaso manchado,
de nuevo,
por las luces de una cansada tarde.

Llegué
en disfraz del cuerpo
de la mujer amante,
del niño suplicante
de un padre auspiciante.

Llegué,
llegaste,
llegamos llenos de verbos,
de esculpidos silencios
y de ruegos que se tornan cortantes.

Llegué
del viento reseco que erizó
la piel rasgada del eterno contrincante
que marcó los cansados caminos,
que desdibujo los andares.

Llegué,
estoy aquí,
solo sea por tu imaginación constante
que me baña y seduce como a una orate.

Aire, viento,
lluvia o mareaje,
soy, estoy,
llegué, me amaste,
quizás solo fue el reflejo de un breve instante.